E non imos pasar por menos. Esa e non outra é a pretensión desta páxina, de cada publicación, de cada palabra, de cada golpe de tecla.
Dar a coñecer os nosos libros forma parte do mesmo arelado desexo. Non vivimos da escrita, queremos que a nosa mensaxe chegue a maior número de xente posible; porque é urxente un enorme cambio no que vimos chamando educación, se queremos unha sociedade máis pacífica.
No meu primeiro libro: A nai que me pariu, falo duha terapeuta, educadora, divulgadora Yvonne Laborda Sans. Yvonne defende, e eu concordo con ela, que se conseguimos criar unha xeración de nenas e nenos con respecto e amor a violencia rematará na humanidade.
Reich dicía:
«La #civilización empezará el día en que el #bienestar del #ReciénNacido prevalezca sobre cualquier otra consideración»
Nese mesmo libro facemos referencia a Alice Miller, que adicou case toda a súa vida o estudio do maltrato infántil, e da que xa temos falado, hoxe vou reproducir un anaco do epílogo do seu libro “Por tu Propio bien”.
«Cuando en 1613 Galileo Galilei aportó pruebas matemáticas a la teoría de Copérnico que sostenía que la tierra giraba alrededor del Sol y no a la inversa, ésta fue clasificada por la iglesia como falsa y absurda. Galileo fue obligado a retractarse de su afirmación y como resultado se volvió ciego. Casi trescientos años después, la iglesia decidió finalmente renunciar a su obstinación y eliminar sus escritos del Index.
Hoy nos encontramos en una situación similar a la de la Iglesia en tiempos de Galileo, con la diferencia de que nos jugamos mucho más en la partida. Nuestra elección entre Verdad o Mentira tendrá consecuencias más graves para la supervivencia de la humanidad que en el caso del siglo XVII. Aún nos prohíben “ver” algo que ha sido científicamente probado en los últimos años: que las desastrosas consecuencias de la traumatización de los niños inciden inevitablemente en la sociedad. Este conocimiento afecta a todas y cada una de las personas y debería —si se extiende suficientemente— implicar cambios básicos en la sociedad, especialmente detener la ciega escalada de violencia.
Los puntos siguientes intentarán clarificar lo expuesto:
- Cualquier niño viene al mundo para crecer, desarrollarse, vivir, amar y expresar sus sentimientos y necesidades.
- Para desarrollarse, el niño necesita la ayuda de adultos que, conscientes de sus necesidades, lo protejan, lo respeten, lo tomen en serio, lo amen y le ayuden a orientarse.
- Cuando se frustran las necesidades vitales del niño, cuando el adulto abusa de él por motivos egoístas, le pega, lo castiga , lo maltrata, manipula, desatiende o engaña sin la interferencia de un testigo, entonces la integridad del niño sufrirá un daño irreparable.
- La reacción normal a una agresión debería ser de enfado y dolor. Sin embargo, en un entorno perjudicial, al niño se le prohíbe enojarse y, en su soledad, el dolor le resultaría insoportable. El niño debe entonces ocultar sus sentimientos, reprimir el recuerdo del trauma e idealizar a su agresor. Más adelante, no sabe lo que le ha pasado.
- Desconectados de su causa original, los sentimientos de enfado, impotencia, confusión, añoranza, aflicción, terror y dolor, conducen a acciones destructivas contra otros (comportamiento criminal o asesinatos masivos) o contra uno mismo (adición a drogas, prostitución, desórdenes psíquicos y suicidio).
- Las víctimas de las venganzas de los agresores son a menudo sus propios hijos, utilizados como víctimas propiciatorias. En nuestra sociedad esta agresión está aún legitimada, incluso tenida en alta estima, mientras la sigamos llamando educación. Es trágico que los padres peguen a sus hijos para evitar sentir lo que sus padres hacían con ellos.
- Un niño que haya sido maltratado no se convertirá en criminal ni en mentalmente enfermo si, por lo menos una vez en su vida, encuentra a una persona que comprenda que no es el niño maltratado e impotente el que está enfermo, sino su entorno. Hasta tal punto el conocimiento o la ignorancia de la sociedad (parientes, asistentes, sociales, terapeutas, profesores, doctores, psiquiatras, funcionarios, enfermeras) pueden salvar o destrozar una vida.
- Hasta ahora la sociedad ha protegido al adulto y culpado a la víctima. Ha contribuido a ello nuestra ceguera ante teorías que se amoldan a los patrones educacionales de nuestros bisabuelos, en las que los niños eran criaturas dominadas por la maldad y los impulsos destructivos, inventaban falsas e imaginativas historias y ofendían o deseaban sexualmente a sus inocentes padres. En realidad, cada niño tiende a sentirse culpable y responsable de la crueldad de sus padres debido a su constante amor por ellos.
- Gracias a la utilización de medios terapéuticos, ahora somos capaces de verificar empíricamente que las traumáticas y reprimidas experiencias de la niñez se almacenan y afectan durante toda la vida. Además, en estos últimos años las mediciones electrónicas de la vida intrauterina y del recién nacido, revelan que el niño, desde el principio, siente y aprende tanto la crueldad como la ternura.
- La luz de este nuevo conocimiento revela la razón lógica de todo comportamiento absurdo, desde el instante en que las experiencias traumáticas de la niñez emergen de la oscuridad.
- El aumento de nuestra sensibilidad hacia la normalmente negada crueldad con los niños y los efectos de este aumento, acabarán con la violencia transmitida de generación en generación.
- Las personas cuya integridad no ha sido dañada en su infancia y que han recibido de sus padres protección, respeto y sinceridad, serán jóvenes, y más tarde adultos, inteligentes, sensibles, fuertes y perceptivos. Sentirán alegría de vivir y no necesitarán dañar a otros o a sí mismos, ni cometer asesinatos. Utilizarán su fuerza para protegerse, pero no para atacar a los demás. No podrán más que respetar y proteger a los más débiles y por tanto a sus propios hijos, pues es exactamente lo que han experimentado,y porque viv enciaron ese conocimiento en lugar de la crueldad. Ellos seguramente no podrán entender que alguna vez otras personas necesitaran una inmensa industria de guerra para sentirse seguros en este mundo.» Miller, Alice. (2014). Por tu propio bien.
Martina Carracedo