Hemos hecho un largo y difícil viaje que nos ha llevado de la madre que nos parió a la niña que hemos sido hasta llegar a la adulta que soy y quiero ser.
Ya hemos llorado nuestra infancia, la temenda soledad que nos asoló y sobre todo el miedo, llevamos media vida con el miedo metido en el cuerpo, miedo a decir, miedo a hacer, miedo a lo que pasará, miedo a lo que pensarán, miedo, miedo.
Hoy empieza una nueva etapa de nuestra vida, desde hoy dejamos de tener miedo, de escondernos debajo de la mesa, de comportarnos como si fuesemos inferiores, débiles. A partir de hoy vamos a desarrollar todo nuestro potencial creador, entrenaremos a nuestro cerebro para que se olvide de esquemas mentales que nos fueron útiles para sobrevivir en nuestra infancia cuando eramos seres completamente desvalidos, pero que ahora ya no necesitamos para nada, a partir de hoy seremos nosotras mismas, y no sólo eso, sino, que seremos nuestra mejor versión.
La adulta que soy hoy y la niña que habita en mí, las dos, hemos comenzado el cambio hacia una nueva vida llena de ilusión, de alegría, de reiqueza, hasta ser la persona que queremos ser: amorosa, inspiradora, divina.
Abandonamos para siempre ese victimismo heredado de regodearnos en el dolor y en el sufrimiento, así como ya hace un tiempo que hemos abandonado para siempre nuestro “Síndrome de Yacente” ya no somos sustitutas de nadie, somos nosotras mismas, y caminamos a la búsqueda de nuestro ser sesencial